El día de hoy salía de la casa para pasear a Husch y cuando dimos vuelta en la esquina me topé con una estampa maravillosa y que para buena y mala suerte no pude capturar en película fotográfica. Mala por el hecho de no poder volver a ver esa imagen, buena porque son de esos pequeños momentos con los que solamente uno se queda con ellos en la mente... por eso hoy no expondré una foto, simplemente se las intentaré contar.
Mañana fría, pero con un cielo transparente, los árboles forma un tunel que se une con la malla ciclónica que poco se puede distinguir por la enredadera que la entreteje y que rodea el estacionamiento. La banqueta destrozada por las raices de esos viejos arboles y entre ellos un hombre, hombre de muy avanzada edad, vestido de saco gris, que disimuladamente deja ver un sweater blanco y de donde sale una bufanda en tonos beige cubriendolo del frio clima; pantalones negros de donde sobresalen unos zapatos muy bien boleados en el mismo tono y que van marcando sus pasos, pasos cortos, muy cortos, casí sólo había una diferencia no mayor de 10 centimetros entre paso y paso, pero con una fuerza admirable.
Su cabeza, su cabeza estaba cubierta por una boina a cuadros negros y blancos y por un costado dejaba ver esas canas, trofeos blancos que los años le han dejado como los que pintan su bigote, un bigote delgado que en epocas pasadas daban ese sello de elegancia.
Su mirada, una mirada angelical donde el brillo de sus ojos deslumbraban y mostraban la lucides y sabiduría del hombre y que al verme se llenaron de color, ese color miel que contrastaban con su tez clara que se combinaba con una sonrisa y un ligero movimiento de su mano derecha para tomar la visera de su boina para desearme los buenos días han hecho que tomara mi mejor fotografía hasta este momento, así como el haber sido testigo de ese gran ejemplo de vida que sin conocer al hombre me ha dado.
No lo había visto antes y no se si lo vuelva a ver, pero sólo le quiero decir GRACIAS
Mañana fría, pero con un cielo transparente, los árboles forma un tunel que se une con la malla ciclónica que poco se puede distinguir por la enredadera que la entreteje y que rodea el estacionamiento. La banqueta destrozada por las raices de esos viejos arboles y entre ellos un hombre, hombre de muy avanzada edad, vestido de saco gris, que disimuladamente deja ver un sweater blanco y de donde sale una bufanda en tonos beige cubriendolo del frio clima; pantalones negros de donde sobresalen unos zapatos muy bien boleados en el mismo tono y que van marcando sus pasos, pasos cortos, muy cortos, casí sólo había una diferencia no mayor de 10 centimetros entre paso y paso, pero con una fuerza admirable.
Su cabeza, su cabeza estaba cubierta por una boina a cuadros negros y blancos y por un costado dejaba ver esas canas, trofeos blancos que los años le han dejado como los que pintan su bigote, un bigote delgado que en epocas pasadas daban ese sello de elegancia.
Su mirada, una mirada angelical donde el brillo de sus ojos deslumbraban y mostraban la lucides y sabiduría del hombre y que al verme se llenaron de color, ese color miel que contrastaban con su tez clara que se combinaba con una sonrisa y un ligero movimiento de su mano derecha para tomar la visera de su boina para desearme los buenos días han hecho que tomara mi mejor fotografía hasta este momento, así como el haber sido testigo de ese gran ejemplo de vida que sin conocer al hombre me ha dado.
No lo había visto antes y no se si lo vuelva a ver, pero sólo le quiero decir GRACIAS